Cuando a una planta le falta riego, sus hojas se le secan, especialmente las puntas y los bordes, se marchita la planta, se caen las hojas y las flores, lo que tiene sus consecuencias en el próximo periodo vegetativo, con escasa producción de brotes y flores al no haber formado reservas.
Pero el exceso de riego, también provoca la asfixia y daño en las raíces, se ponen las hojas amarillas y con manchas marrones, además se caen, y se forman hongos en el suelo, por la humedad.
Cuando la planta está en la sombra y no tiene la cantidad de sol que necesita, uno se da cuenta por las pocas o ninguna flor, no se abren sus capullos, sus tallos crecen largos y endebles, son más tiernos y fáciles de atacar por los insectos y hongos.
Las hojas se vuelven amarillas o palidecen o puede que se hagan más grandes y se tornan verde oscuro para captar más luz.
Las hojas manchadas de amarillo, crema u otros colores pierden sus tonos y las nuevas salen verdes.
Pero también hay que cuidar las plantas de la sobreexposición solar, pues pueden causarles quemaduras solares; algunas especies no toleran la exposición directa a los rayos solares durante todo el día, produciendo en las hojas quemaduras, como las plantas de interior tropicales, cuyas hojas palidecen y pierden brillo.
Un problema muy frecuente en relación a esto es poner de golpe una planta que ha estado a la sombra a pleno sol, antes se la debe acostumbrar progresivamente de la sombra al sol.
No hay comentarios:
Publicar un comentario