No pasa de moda. Una de las grandes ventajas de este estilo es que es atemporal: nunca pasa de moda. Además, es ecléctico, en un espacio industrial pueden convivir una mesa con tapa de madera y patas de hierro, una silla Luis XV y una lámpara de fibra de vidrio azul.
Desnudar la estructura es un rasgo fundamental de este estilo.
Y no solo en la arquitectura; también muebles y luminarias pueden revelarse en toda su materialidad, por ejemplo, en madera natural, hierros algo oxidados o chapa.
Metales: El acero, hierro y aluminio, son materiales característicos de este estilo. Se los puede apreciar en mesas, sillas, lámparas y todo tipo de accesorios.
La madera acompaña, y es ideal usarla al natural, en tonos mate, para aportar una dosis de calidez al ambiente.
Reciclar: Materiales con pintura gastada u óxido decapado funcionan a la perfección con la estética industrial.
A la hora de recuperar muebles usados, lo ideal es utilizar barniz de color cobre u óxido. Lo ideal son pocas piezas de mobiliario y siempre atadas a una función, recuerde que por naturaleza, este estilo es simple y minimalista.
Colores y texturas: Este estilo es amigo del blanco, negro, gris, beige y no mucho más que esto.
Esto se debe a que el eje está puesto en la estructura y en la función, y el color no debe empañar ni quitarle protagonismo a la decoración. Para aportar calidez, en esta gama de colores, pueden funcionar muy bien los linos, algodones y en especial los tejidos gruesos.
Piezas utilitarias: Si es coleccionista, o simplemente le gusta llenar sus estantes de objetos, elija aquellos con alguna función concreta, como botellas de vidrio, jarras de aluminio, cajas de hierro o hasta un par de tijeras antiguas.
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